La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías

por Colectivo Juan de Madre
Aristas Martínez Ediciones. 2012, 330 p.

¿Quién no ha soñado, al menos una vez en su vida, en la posibilidad de viajar en el tiempo?¿Ir al pasado, tal vez a cambiar algo de nuestras vidas, o tal vez sólo mirar cómo sucedían las cosas en otro tiempo? ¿O ir al futuro y ver cómo será nuestra vida en unos años? ¿o ver cuál será el destino de este mundo en décadas, o en siglos? Ahí están las películas de ciencia ficción como la trilogía de Volver al Futuro, o aquella sobre la revolución de las máquinas como Terminator, o la distópica La jetée de Chris Marker (adaptada luego por Terry Gilliam en 12 monos); y en televisión series como el dibujo animado Futurama, las series Lost o Doctor Who. Todas ellas jugando con la posibilidad de ir y volver, de moverse sin moverse hacia otro tiempo. Tal vez el ejemplo literario más reconocible sea la melancólica y apocalíptica The Time Machine (1895) de H. G. Wells. En ella, el viajero del tiempo se traslada en su máquina hasta el año 802,701 donde se enfrenta a una raza de humanoides, descendientes de la actual raza humana. Su viaje también lo lleva al fin del tiempo, aquel momento donde se extingue la vida en el planeta Tierra (30 millones en el futuro).

En La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías (LIRdlnRZ), el científico español construye una máquina del tiempo que lo lleve de 1905 a 1921, de Barcelona a la habitación 202 del legendario Hotel Chelsea en Manhattan. ¿El motivo? Vivir ahí con Jacob, un joven con el que el científico ha trabado una profunda amistad. Sin embargo, el experimento falla y Ricardo Zacarías aparece en el lugar correcto pero enfrentado a ocho otros Ricardo Zacarías, ninguno falso, ninguno idéntico a él pero al mismo tiempo él mismo, los que repetirán el experimento el mismo día por los siguientes ocho años (hasta 1912). La novela, armada como un diario, se presenta al mismo tiempo como una máquina del tiempo. Cada entrada por año está complementada con notas, al final de cada año, donde se amplifica o se explican algunas datos mencionados anteriormente. Siguiendo el estilo de Alan Moore en Watchmen (donde el comic se complementa con la parte en narrativa no gráfica), LIRdlnRZ nos permite ir y venir en el tiempo a partir de la trágica historia de Zacarías. En este sentido, el libro funciona como ejemplo de su propia tesis: “Un libro siempre será una máquina del tiempo, o no será” (57).

Hotel_Chelsea_Manhattan_New_York

En este viaje, las preguntas lanzadas sobre la identidad, la concepción del tiempo, el lenguaje como herramienta para expresar la experiencia, nos devuelven una y otra vez a las notas del diario, como si en alguna parte estuvieran escondidas todas las respuestas. Un par de ejemplos pueden ayudar a iluminar mi comentario. Sobre el tiempo, se dice:

“Me temo que quien considera que sólo existe el instante presente, se empareja con aquellos primeros humanos simiescos, que pensaban que solo existía el mundo que alcanzaban con la vista. El Tiempo, de alguna manera, creo que existe en su totalidad, los acontecimientos que van desde el nacimiento del mundo a su muerte serían tan reales y absolutos como este presente” (63).

Al encontrarse con sus otros ocho yo del futuro, Ricardo Zacarías tendrá que aprender de cómo el Tiempo y los tiempos coexisten y de qué manera es posible interactuar con ellos. El problema radica en ese espacio desde donde se experimenta al otro: la identidad, ese yo que permite entender o no a los otros que son uno mismo: “La reunión sólo sucederá una vez; seré yo, que la viviré en tantas ocasiones” (58). Si bien la mítica reunión sucede una sola vez en 1921, es experimentada por el científico nueva veces de manera diferente. La diferencia entre el Tiempo y los tiempos no es más una diferencia entre el Yo y los yos que el experimento provoca. Por este motivo, es interesante lo que se cita de Michel Foucault acerca de la identidad:

“Si la identidad solo consiste en un juego, en un procedimiento para fomentar relaciones sociales y de placer sexual que determinen nuevos vínculos amistosos, entonces es útil. Ahora bien si la identidad se convierte en el problema capital de la vida sexual, si la gente cree que ha de descubrir su propia identidad y que esta identidad ha de erigirse en norma, principio y pauta de existencia; si la pregunta que se formulan siempre es ‘¿Actúo de acuerdo a mi identidad?’, entonces retrocederán a una especia de ética semejante a la de la virilidad heterosexual tradicional.” (39)

foucault-obscurantist

En ese experimento, en ese juego, se abre la posibilidad de negociar la identidad con el otro yo. Y aunque teóricamente suene bien lo que dice Foucault, la experiencia de Ricardo Zacarías termina (o empieza) con un crimen: en la misma habitación del Hotel Chelsea, en 1921, se encuentra el cuerpo sin vida de un hombre desconocido. Cinco años antes, en Barcelona, Ricardo Zacarías ha desaparecido sin dejar rastro.

El Colectivo Juan de Madre (formado por Dani, Diego, Esther, José, Laipa, Majo, Silvia, Sergio y Xavi) cuestiona, como ya varias reseñas lo han señalado, la autoría del texto. Uno podría pensar en ese laboratorio que fueron las noches de verano de 1816 en Suiza donde Percy Shelley, Mary Shelley, Lord Byron y John Polidori discutieron (y eventualmente escribieron) una historia de terror, siendo la más famosa Frankenstein. La diferencia es que el CJdM construye otro tipo de artefacto literario: un libro como una máquina en el que los nueve (y ese yo que se llama Juan de Madre) son el/los autores. Al que habría que añadir un décimo: el dibujante Javier Jubera. Todo esto también con menciones/intervenciones/comentarios de Alan Moore, Michel Foucault, William Burroughs, William Blake, Jorge Luis Borges, Tod Browning, Oscar Wilde, Dante Aligheri, Lewis Carrol, Michael Jackson, Sid Vicious, Philip K. Dick, Andy Warhol, el hotel Chelsea en Nueva York, y un largo etc.

La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías no es un libro de ciencia ficción, si por eso entendemos un libro meramente de ciencia ficción; es una novela que reformula el lineal viaje en el tiempo para proponer una nueva posibilidad: la de conocerse a sí mismo no una, sino nueve veces en un mismo momento. Entre el sueño y la ficción, el Colectivo Juan de Madre nos ha dado un crimen, un asesinato, una pesadilla como recompensa por alcanzar nuestros deseos más profundos.