En: Literatura Quechua. Edmundo Bendezú. Lima: Universidad Ricardo Palma, 2003.

 

Plegaria del Amanecer

(Fragmentos)

Ha amanecido el Universo y sacudiendo su resplandor, rinde homenaje a su Dios.

 

Y en el agua ondeante de los lagos, en su luz cristalina, los peces nadan alborozados,

rindiendo homenaje a su Creador.

Las culebras han arrojado su añosa piel, y vestidas de nuevo rinden homenaje a su Creador.

 

Y el agua de los torrentes ha fundido a las rocas duras; y la salvaje vicuña

se ha tornado en mansa criatura, para rendir homenaje en la aurora a su Creador.

 

Sólo el hombre no se ha hermoseado, siendo el único que vive en la morada de Dios, no se ha embellecido para rendir homenaje a su Creador.

 

Sólo el hombre no se ha engalanado, a pesar de que es semejante a Dios, no se ha embellecido para rendir homenaje a su Dios Creador.

 

Y la palabra de Dios, mi Hacedor, mi Salvador, ¿con qué boca he de adorarte, yo, tu criatura errando y pecando, siendo Tú la Excelsa Hermosura?

 

¿Con qué lengua he de bendecirte, siendo huérfano y errante?

 

Y tú, Padre mío, que eres el manantial de la ternura, escógeme para ser, en este mundo temeroso, tu creyente, el que oye tu voz. ¡Limpia mi palabra impura, desata mi lengua desencadenada, para ser con tus ángeles, el adorador de tu grandeza; y bendecirte por la eternidad en la eternidad!

Traducido por José María Arguedas 1955.

Recogido en el Cuzco por el padre Lira. José María Arguedas, Poesía quechua, pp. 44-45.

 

Muerte Inminente

La muerte ha de llegar.

Te encontrará desprevenido.

Es a ti, a ti mismo, a quien busca.

Tu vida ha de acabar.

 

Todo cuanto amabas,

todo cuanto eres,

lo perderás, lo dejarás.

Y todo y todos de ti se olvidarán.

 

¿Por qué, por qué olvidas

que eres hombre mortal?

¿Ya no te espanta

padecer por la eternidad de la eternidad?

 

Para el hombre que vive sólo en el pecado

no existe la alegría;

y así camina, así delirante,

intensa, intensamente penando.

 

Extraviado hombre, ¡escucha!

Tu muerte ha de llegar.

Pon orden en tu corazón

¡Ya la muerte se te va acercando!

 

Ochocientos mil

la muerte cada día devora.

A esta inmensa multitud

los tiende, los vacía, en todas partes.

 

Y aun los poderosos, y los pobres,

ya viejo, ya vieja,

aquí un joven, allá una muchacha;

todos acabamos en frío cadáver.

 

Así llegó la muerte.

Así apareció en este mundo.

Para castigo del pecador.

del nacido del pecado.

 

Así lo ordenó, el Poderoso.

Recuerda su voz, la voz de Dios,

Generación tras generación, linaje tras linaje,

todo hombre morirá.

Traducido por José María Arguedas 1955.

Recogido en el Cuzco por el padre Lira. José María Arguedas, Poesía quechua, pp. 42-43.

 

 

Consumación

Contemplando tu cadáver

mis ojos anochecen, conviértenme en noche,

padre mío, ante tu muerte

mi corazón se estremece.

¿A quién, a quién he de volver,

yo, el acosado, el perseguido por el gran dolor?

 

Y también el sol, tornándose lóbrego,

el corazón me está apretando.

Porque mi Dios, mi padre, se ha acabado,

delirante, extraviado, estoy andando

con mis lágrimas ahogándome.

 

Porque Jesús, el Todopoderoso, ha muerto,

el universo, el total mundo, rechina y tiembla;

los precipicios de roca, quebrándose y cayendo

vocean mi trsiteza;

por su Hacedor gimen.

 

Tu muerte, Jesús Padre,

lágrimas de hiel me hacen verter

¿dónde, dónde hay, ahora, lágrimas aún más amargas

para escalar la cima en que has muerto

y allí, mortal, mortalmente gemir?

Traducido por José María Arguedas 1955.

Recogido en el Cuzco por el padre Lira. José María Arguedas, Poesía quechua, pp. 47.